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            Presentarnos ante la comunidad a trabajar es un paso clave de toda exploración cultural. Esto depende de las autoridades tanto estatales/ONGs como de las autoridades locales. Y más en detalle, el proyecto de trabajo sanitario requiere de articulaciones con el sistema de salud local que puede requerir de encuentros previos. Los temas a dilucidar aquí son:

¿Existe una expectativa comunitaria sobre la presencia del equipo?

Y en su defecto:

¿Cómo presentarse allí donde no se nos espera?

El trabajo en grupos minoritarios está atravesado por un riesgo comunitario para seguir existiendo como tal, en una pugna para preservar su identidad, y muchas veces la incorporación de actores foráneos reaviva temores en este sentido en un aspecto tan relevante como sus creencias y sistemas médicos propios. El encuentro cultural que se produce, por lo general, pone en marcha una serie de mecanismos de respuesta que no están exentos de la historia del contacto con ese otro «blanco».

Cuando no hay otros equipos de trabajo en el campo es frecuente que las conductas se dividan entre la indiferencia y hostilidad. Otra posible respuesta es la demanda excesiva de la ayuda por parte de los profesionales, sobre todo en casos en que se haya discontinuado un servicio o proyecto de salud anterior.

En medio de estas situaciones, se intentará una participación durante días en la vida comunitaria más allá de las consultas de salud, despejando ciertas desconfianzas y así entablar una relación que permita la emergencia de la demanda de ayuda. De esta forma, sin perder nuestra condición de visitantes, se expresará la intención del profesional de integrar la visión de los lugareños, lo cual puede suceder cuando se participa de alguna celebración comunitaria.

Conviene entonces identificar dentro del calendario local festividades que puedan ser fijas (por ejemplo anuales, como las fiestas relacionadas a las cosechas), ocasionales (por ejemplo cuando hay una boda), o periódicas (como por ejemplo rituales que sucedan con frecuencia semanal, mensual, etcétera). En dichos momentos, los locales están acostumbrados al encuentro cultural, a recibir visitantes, a querer mostrar su cultura. Aunque también puede ser algo delicada la participación y por eso se requiere siempre de pedir permiso para estos eventos, con tal de no generar más desconfianza, según la idiosincrasia del grupo.

 Resulta necesario introducir que las intervenciones a nivel sanitario se dan en nivel individual, de la dolencia de una persona, pudiendo incluir a su familia. Pero en un marco más amplio, la intervención adquiere una relevancia en tanto grupo y es deseable que pueda medirse la receptividad con el correr del proyecto.

La primera herramienta para ello es el nivel de demandas de consulta. En caso que sean pocas al principio (lo cual es frecuente), siempre está la posibilidad de trasladarse a las casas para ofrecer la ayuda médica (en cuanto a la consulta de salud mental esto resulta más difícil como escenario).

Para iniciar el abordaje en salud, inmediatamente a la presentación del equipo con el consultante, es encontrar una línea de base desde la cual pensar el caso, a través de la empatía. ¿Qué nos produce lo que siente el otro?

Esto funciona como «sentir lo que el otro siente» y no es menor que a veces ciertas barreras culturales (relacionadas al lenguaje o no) puedan afectar ese sentir al no tener una cabal comprensión del problema. En estos casos, lo que debe dejar claro el equipo es que la intención es minimizar dichas barreras a través del conocimiento de la persona y también de las costumbres. Por ello resulta clave pedir a los consultantes que interrumpan la entrevista cuando sientan que hay un equívoco en la comprensión o interpretación de un hecho comentado.

Por lo tanto, para presentarnos en el campo puede resultar útil expresar el interés por conocer el grupo. Lo que implica este encuentro, en la modalidad que se haya producido, puede maniobrarse mediante la aclaración progresiva de los objetivos de la intervención.

La demanda de “ayuda” es el momento fundacional para la exploración terapéutica. Implica un enriquecimiento mutuo, y la idea nuestra debe implicar pedir ayuda a la comunidad para luego poder ayudar (vale decir, no resulta aconsejable ofrecer una ayuda sanitaria como primer paso). El propósito será entonces construir un modelo local de intervención participativo.

Entonces diremos que la exploración cultural comienza por el abordaje grupal, sigue por la intervención individual para retornar al resultado cultural, al fortalecimiento comunitario.

Ya más específicamente refiriéndonos a los modos culturales de padecer, a partir de entender los mecanismos curativos de cada grupo, pondremos en marcha un cuerpo teórico-práctico a ser utilizado como núcleo en las intervenciones terapéuticas. ¿Cómo lograr ese paso clave entre esa presentación en la comunidad como primera medida necesaria, a un conocimiento de su cosmovisión sobre la salud y el enfermar?

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