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La presente guía tiene como objetivo favorecer el trabajo de los equipos de salud que actúan de forma intercultural, esto es, en el encuentro con otras culturas diferentes a la del profesional sanitario.

Para ello apuntamos a la configuración de un equipo de apoyo matricial para los diferentes equipos de salud que trabajen en el territorio. Este equipo intercultural con características interdisciplinarias que esté constituido por los siguientes integrantes:

  • Miembros del equipo de salud
  • Antropólogos y/o lingüistas
  • Referentes culturales (traductor, informante, agente de salud, entre otros)

Al ser poco común que existan a disposición antropólogos o lingüistas para equipos de salud, la incorporación al equipo de un referente cultural será primordial como primer eslabón para organizar las intervenciones, lo cual constituye el piso mínimo para el funcionamiento del equipo de apoyo intercultural. El principal papel será el de traductor entre el paciente y el equipo. Dicha persona puede ser de la propia etnia (deseable), alguien con estudios o experiencia para comunicarse con ellos (en su defecto), pudiendo también tratarse de algún referente de salud de la comunidad originaria. Este último sería el caso ideal, ya sea agente de salud o curador del sistema médico local, la proximidad con las cuestiones sociosanitarias que aquejan a la población podrán ser zanjadas antes que realizar todas las averiguaciones que veremos en la guía, con el rol de “informante” sanitario, que de todas maneras será necesario cotejar con otros referentes (incluso pacientes) que vivan en dicha comunidad.

            El motivo de consulta que lleva a un paciente a buscar ayuda siempre está en relación con la oferta de servicios desde el efector sanitario. La demanda oculta o brecha de tratamiento tiene que ver con la accesibilidad a los dispositivos y en estos contextos interculturales es posible que el lenguaje constituya una barrera para el acercamiento.

Es por ello que el equipo debe realizar un abordaje general, previo o en paralelo a las primeras intervenciones en terreno, para poner a punto el conocimiento mínimo requerido sobre la cultura en la cual se trabaja. Sólo de esa forma se podrá producir adherencia en los consultantes, esto es, hablando en un lenguaje común basado en un interés real por la persona, su entorno y sus orígenes. Mediante un enfoque hacia los límites de la subjetividad ampliados en la cultura es que lograremos aquel lenguaje común. Por consiguiente, la sintonía lingüística es entonces un medio (no el único) para fundar la interculturalidad. Conocer aspectos antropológicos clave en determinada comunidad permitirá el trazado de una línea de base para poder responder a las demandas terapéuticas.   

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