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presentada al Exmo Señor Ministro de Guerra y Marina, La Tribuna Nacional, 1883.

La perla: aquí se relata el ascenso del equipo de trabajo de Olascoaga al volcán Domuyo, lo que lo vuelve uno de los primeros andinistas de la Argentina. La idea era subir para obtener un grado de conocimiento de la geografía de los alrededores a la vez que maravillarse por la belleza del paisaje. El hecho que el Coronel haya hecho subir dos veces seguidas a la cima del volcán probaría que lo hicieron por la simple idea de subir la montaña antes que por una necesidad.

Es en este texto que Olascoaga reconocerá por primera vez que la ocupación militar del territorio para mantener la seguridad es una idea irracional, puesto que una vigilancia de un terreno tan extenso es literalmente imposible. Luego de conocer las ideas maduras en cuanto al territorio, es dable retrotraerse al punto en que se atisba por primera vez en su obra algún primordio de proyecto. Algo así como dos décadas separan este texto de “Topografía andina”, donde luego cristalizará sus reclamos, ya con otro público.

La propuesta entonces será civilizar con poblados, de los que empieza a bosquejar una forma. Todavía cree en el progreso en función del transporte con caminos de hierro –que luego cambiará, con gran resentimiento, en el cimbronazo que significa reconocer que en este territorio hay cosas que no se pueden como en Europa. Por otro lado busca una superioridad: mientras el Támesis tiene algo más de 300 kilómetros, el río Neuquén llega a los 484, pudiendo contarse por ello entre los más importantes del mundo.

Asimismo Olascoaga comenta que uno puede “dejenerar” (sic) en indígena por habitar ese territorio, por lo que una población más estable podría prevenir que uno “se vuelva” el enemigo. Olascoaga acusa de ignorancia topográfica a quien diga que el indio es un salvaje, tanto como para quien enuncie que la Patagonia es un desierto,. Para ello echa mano a sus hallazgos, a la toponimia y a teorías de población americana. Sin embargo, “hacerse indio” es algo que se da naturalmente por falta de un “gobierno racional”, en lugar de tratarse de un efecto del lugar. Para él, el oasis ya existe y hay que saber encontrarlo, explotarlo.

También retoma su idea anterior de que la sal era el único comercio honrado que existía entre los indígenas y los chilenos, no obstante lo cual en muchas ocasiones la honradez inicial degeneraba en acciones de maloqueo.

El abandono del ideal de vigilancia militar se expresa, además de las líneas que le dedica, en la propuesta de reorganización definitiva del Departamento, que a su criterio debe funcionar en tiempos de paz tanto o más que durante la guerra –en la cual se dificulta la acción científica. Este proceso, aclara Olascoaga, se puede hacer con el mismo presupuesto y con él como encargado.

Olascoaga confiesa en este texto su pretensión en la cordillera: allanar el paso para un comercio con el Océano Pacífico, sobre todo “el de Australia y las Indias”.

Es preciso para Olascoaga seguir develando los secretos que la cordillera sigue ocultando. Conocer algunos de ellos lo habilita para “dar noticias” al gobierno de lo que puede hacer en estos terrenos. De hecho, estas memorias, por orden de Victorica, deben llevar el mismo formato que las memorias del ministerio de guerra –aunque no serían tan famosas como las de Alsina ni tan influyentes como las acciones de Roca. ¿Por qué éste dejaría trunca la expedición de Olascoaga antes de que llegara al Nahuel Huapí? Lejos de pensar en un complot, nos contentaremos por el momento con la noción de incompatibilidad de estos proyectos con el carril central de la nación, a lo que aún menos podía sustraérsele la reglamentación estrictamente militar en pos de una civilidad dominante.

El siguiente fragmento recorre las riquezas geográficas del volcán Domuyo, queriendo cautivar a las autoridades a la vez que retratan las primeras aproximaciones al turismo, sobre todo si recordamos que los viajeros en esa época eran los exploradores de las sociedades europeas, que disfrazadas de ciencia justificaban emprendimientos coloniales. Y así y todo, cuentan con el mérito de haber llegado a los lugares más inhóspitos en busca de desarrollo económico, que hoy sólo pueden lograrse mediante los viajeros que llegan como turistas buscando alejarse justamente del mundo desarrollado.

Por Federico Beines