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El asunto interminable II

(Artículo publicado por Olascoaga en Los Andes, Redacción, Mayo 23 de 1893)

“Francamente, es algo inconcebible y nunca oído, un convenio entre dos naciones civilizadas, que pacte el establecimiento de una línea científica de delimitación jurisdiccional, sobre un territorio que no han visto, que no conocen ni los peritos ni los gobiernos, que la aceptan y celebran como la solución al fin hallada!.

Acéptanse las líneas imaginarias en astronomía, en geometría, pero una imaginaria división entre dos países, que no es línea geográfica de latitud ni longitud, que no se sujeta (sic) á determinada prolongación de accidentes conocidos, es una novedad que por primera vez se presenta.

Esta línea (…) no deslinda derechos territoriales como la que determina el tratado del 81 y como son todas las fronteras internacionales. Esta nada divide en el suelo: lo que divide es el derecho argentino de tener un puerto en el Pacífico. Cuando haya que trazarla gráficamente tendrán que sacarla del terreno para recorrer las regiones voluntariosas que se hallan fuera de la topografía y de la razón.

Es tan absurdo como la receta de un cirujano que manda poner cataplasmas en la pantorrilla de un soldado que al aplicar el apósito resulta que la tenía de palo”.

Olascoaga se hace eco de disputas diplomáticas que siguieron ante las disconformidades de Chile y Argentina con el Tratado de Límites de 1881. Firmado durante la presidencia de Roca, el responsable había sido Bernardo de Irigoyen y ambas partes habían quedado poco satisfechas con lo resuelto. Chile cedió de esta forma sus aspiraciones a la Patagonia Atlántica –sus inversiones bélicas estaban al norte del país- pero Olascoaga pretende un puerto en el Pacífico. Advierte sobre la negligencia que llevó a otorgar al país vecino un asentamiento sobre la bahía de San Sebastián (“Bahía Inútil”, sobre el Atlántico) por un error en la medición del meridiano que oficiaría de límite. Y si Chile conseguía ese puerto, aunque más no fuera en los confines, esto constituía una importante desventaja estratégica militar tanto como poblacional –pues los habitantes serían quienes den, a fin de cuentas, la soberanía de la región mediante su identidad.

Olascoaga busca límites con una base geográfica y no en “arbitrariedades”. Los reclamos contra la sinrazón son interminables, y su explicación se encuentra en la ignorancia, en este caso, topográfica.  Sin embargo al poco tiempo intentará hallar las causas de estas desavenencias, en datos históricos tanto como en indagaciones psicológicas. La zona limítrofe cede toda su hostilidad a un proyecto que Olascoaga comienza a reflexionar: las razones de la constitución del enemigo.

(Artículo publicado en La Patria, Mayo 31 de 1898)

La ley del odio

“Il y a d’abord une chose pressée: l’être ingrat” Victor Hugo.

La manifestación injuriosa que se ha hecho en Chile á nuestro Ministro representante en aquella república y al perito Moreno es un acto que reviste gravedad excepcional, porque no nace de un sentimiento patriótico que se mueve á causa de una ofensa nacional que se cree haber recibido, sino que procede del odio puro, inmotivado y gratuito, fomentado desde hace un siglo, y tanto más insano cuanto que viene de la lógica eterna que impera en el raciocinio de los malvados: odiar á aquel de quien se han recibido grandes y desinteresados beneficios. Si existe en el mundo de los perversos un rencor más insanable y eterno que ese, no es otro que el que abrigan contra aquel a quien perjudicaron con criminales exacciones y vandalaje, sin lograr aniquilarlo.

  Tal es el protervo estado psicológico de los insultadores de nuestra bandera.

  Los argentinos que no comprendan este monstruoso criterio, deben recorrer la historia de esa fatal vecindad. Hallarán siempre, detrás de un beneficio argentino, un golpe de la ira chilena.

  El ejército argentino afianzó con su sangre la independencia chilena: nuestro historiador general Espejo nos dice que inmediatamente después de Chacabuco y Maipú, se organizaron en Chile centros de propaganda contra el ejército argentino y su ilustre jefe.

Luego enumera Olascoaga el accionar “vandálico y las depredaciones” que se ejecutaron desde la ultracordillera, incluso la burla y el regocijo ante infortunios de la milicia argentina. En la lista se destacan las loas al “héroe chileno Carreras, quien enseñó a nuestros indios de poncho las casullas de los templos saqueados bajo su mando”. No duda en aclarar que los indios barridos por el ejército eran “aliados de Chile”, llegando a denominar a los pampeanos directamente como “indios chilenos”.

Vemos aquí una convicción que Olascoaga publica en más de una obra suya, y en este caso adopta el estatuto de una ley. Este movimiento, que aparece aquí tan condensado, puede abarcar toda la obra de este personaje, así como una porción de historia de los confines de estas sociedades.